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25 de marzo…

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de 1923:

El rey Alfonso XIII visita el aeródromo de Los Alcázares y participa, como observador, en unas prácticas de tiro realizadas en la isla Perdiguera:

“El aeródromo de Los Alcázares está bien situado. En el fondo del saco que forman con la costa la manga, leve divisoria del mar menor y del mar libre, y La Grosa, una isla apenas apartada de la última estribación de la sierra, tiene delante un lago ideal y a la espalda una extensa planicie, que se pierde en la lejanía. En la boca del saco, el islote llamado La Perdiguera es a un tiempo atalayón, punto de referencia, blanco de los aviones y mesa, en fin, de los pilotos que tocan es este campo.

El Soberano, después de revistar las compañías de instrucción que asisten al curso de tiro contra aeronaves, organizado por el Estado Mayor Central, presencia un simulacro de combate. Le acompañan el ministro de Marina, el almirante de la Escuadra, el director del Aeródromo, D. Luís Gonzalo, y los cuatro profesores, Arias Salgado, Riera, Montal y Díaz Gómez.

La mañana está entoldada y fresca. Sopla de la mar un fuerte viento que empuja las nueves muy bajo hacia los montes cercanos. No se ven sus crestas, envueltas en los jirones grises.

Bombardeo presenciado por Alfonso XIII en 1923 sobre la isla Perdiguera.
Bombardeo presenciado por Alfonso XIII en 1923 sobre la isla Perdiguera.

Se eleva un aparato portamangas. Muy arriba, arroja un lienzo blanquísimo que, a poco, inflado por el viento, toma la forma de un pequeño dirigible y sigue al avión en el mismo plano y a unos 500 metros de distancia. Suenan las descargas de artillería y el repiquetear de las ametralladoras. El aeroplano desciende, se eleva, hace virajes rapidísimos y pretende hurtar los rastros de los proyectiles. El vuelo es emocionante. Cuando desciende, se aprecia la eficacia del tiro. La tela está acribillada a balazos.

Se despega más tarde de la tierra un avión de caza. Trata de hacer blanco en la manga que remolca un aeroplano del servicio. La lucha es larga y empeñada. Los aparatos giran vertiginosamente. A veces se elevan hasta desaparecer entre las nubes. Luego se les ve sostener un vuelo muy igual, a la misma distancia. El avión perseguido quiere burlar la persecución y el propósito es inútil. La ametralladora tamboriletea y el ruido se agranda en la altura. También ahora el lienzo de la prueba tiene varios impactos.

El Rey embarca en una falúa y se dirige a la isla Grosa para presenciar el bombardeo aéreo de La Perdiguera. Lo realizan cuatro aviones de la escuadrilla Bristol, tripulados por los oficiales Arias Carpio y Díaz Gómez, y el piloto ruso Marsekón, con los oficiales bombarderos Larroquette, Romero, Peña María y Warleta.”

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Redacción de La Voz de La Manga.

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